ARMANDO.

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Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
(Jorge Manrique)

Armando, padre, amigo. Esta conversación es entre tú y yo, como otras veces. Quisiera que hubieran sido muchas más veces, pero no fue así. No importa.

Hace tantos años que no sé
Si es cierto que viví o sólo lo soñé.
Iba con mi padre sin hablar,
Rara vez hablábamos los dos,
Nos bastaba con mirarnos
A los ojos y callábamos;
Vientos azules crecían en mi…
(Víctor Heredia)

Gracias por todo, Armando.
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1946.
Por amarme desde el día que nací.
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Porque cuando era muy niño me dijiste que Mahatma Gandhi era el hombre más grande que existió después de Jesucristo.
Porque me hiciste reir mucho cuando te escuché decir que Ibáñez y Perón eran "cortados con la misma tijera", sin siquiera yo entender lo que eso significaba.
Porque me explicaste la diferencia entre un jilguero y un chirihue.
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1959.
Porque en la playa te conformabas con un tomate y un vaso de vino.
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1961.
Porque disfrutabas la naturaleza con tu familia, viajando por tierra y acampando.
Desde El Cuzco hasta Tierra del Fuego.
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1976.
Por ese sentido del humor que nunca perdiste, y por esos chistes y juegos de palabras ¡tan fomes!, que tus hijos llamábamos "humor portugués".
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1976.
Porque amaste la tierra como a ti mismo.
De eso darán fe cientos de tus alumnos.
Y porque emprendiste tantos proyectos que no prosperaron.
Gracias por eso, porque aprendí de ti más con tus fracasos que con tus triunfos.
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1988.
Porque amaste tanto a mi madre.
No soportaste mucho tiempo sin ella, ¿no es verdad?
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2001.
Porque siempre encontré mi hogar en tu casa.
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2007.

Por querer tanto a tus tres hijos, a tus nueras, a tus nietos, a tu bisnieto.

Gracias.

Hasta siempre, padre.

Buen viaje.

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