SAN JOSÉ DE LA MARIQUINA.
Mi destinación en Máfil incluía atenciones en el Hospital Santa Elisa de San José de Mariquina, puesto que mi posta dependía del consultorio de esta última localidad. Me pasaba a buscar la ambulancia todas las mañanas, viajaba los dieciocho kilómetros de ripio, me hacía cargo de los pacientes de pediatría, y luego al mediodía estaba almorzando en casa, de regreso. Entonces, durante la tarde atendía en la posta un kilométrico poli de pacientes de todas las edades.

El Hospital Santa Elisa, en primer plano, era un anexo del Sanatorio Santa Elisa, manejado por unas monjas alemanas de la Congregación de la Santa Cruz. El edificio más antiguo del fondo es el sanatorio, y en él las monjas hacían tratamientos naturales en base a hierbas, baños de barro y otros. Se hicieron famosas cuando manifestaron ser capaces de eliminar cálculos de la vesícula en las deposiciones. Este procedimiento "se desinfló" cuando estos cálculos se analizaron en los laboratorios de la Universidad Católica, probando no ser más que coprolitos (caquita petrificada).
Sor Amadea estaba a cargo de los pacientes hospitalizados, en su calidad de enfermera y monja.

Este hospital tenía convenio con el Servicio Nacional de Salud para la atención de los beneficiarios de las comunas de San José de la Mariquina y Máfil.


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En cierta oportunidad en que fui invitado a una ceremonia en que se presentaba el coro de los seminaristas, quedé especialmente maravillado por la voz de uno de sus integrantes. Después me dijeron que había sido la primera voz de Los Lazos, conjunto de Coyhaique que en algún año anterior había ganado el Festival Folclórico en la Patagonia, que aún se efectúa en Punta Arenas. No sé si el hombre ahora es sacerdote.