PUNTA ARENAS - 2011

PUNTA ARENAS - 2011

domingo, 9 de julio de 2006



PUNTO DE VISTA .
(MIS MEMORIAS)

El primer señor era un músico callejero que solía instalarse en 1971 en las cercanías de la Universidad de Chile, tocando por monedas. Se puede observar que todos sus instrumentos eran fabricados por él mismo.

El otro señor es mi tatarabuelo, el juez Dr. José Joaquim da Silva Vieira.

A continuación la primera parte de mis memorias.

PUNTO DE VISTA

Las raíces

Mi intención, con estos apuntes, no es escribir un libro, que para ello hay mejores escritores e historiadores. A nadie más que a mí y a mis más cercanos podría interesar lo que yo pueda escarbar de mi memoria, ya de por sí bastante frágil. Siento que a mis cincuenta y nueve años, en que comienzo a vivir después del infarto sufrido el 27 de septiembre de 2003, es hora de pensar en lo que he vivido, por si se me da la gracia de continuar en este mundo hasta la ancianidad. Y lo digo porque si ahora tengo mala memoria, seguramente peor la tendré después, y si leo en ese entonces lo escrito, me entretendré cual si fuese todo nuevo, con el agregado siempre misterioso del deja vu, aderezo sin el cual estas líneas seguramente ni a mí me interesarían. No soy político, ni embajador, artista hasta donde he podido, ni siquiera he viajado mucho, no soy una eminencia médica, no me he codeado con los famosos de la farándula ni con los que rigen los destinos del mundo. Sin embargo, como en todo hombre o cada mujer, mi vida ha sido mi propio universo. Y tengo algunas cosas que contarme a mí mismo. Así sea.
Mi tatarabuelo fue el juez Dr. José Joaquim da Silva Vieira, condecorado por la reina Doña Maria II de Portugal con la comenda de Nossa Senhora de Vila Vicosa. Su hijo, mi bisabuelo Augusto Cândido Lopes Vieira tocaba el saxofón en la banda de Barcelos, pueblo recostado en la ribera del río Cavado, al norte de Portugal. Como yo, sólo veía por un ojo, y el ojo ciego seguramente era bastante feo, motivo por el cual procuraba salir en las fotos de semi perfil. Tuvo varios hijos, entre los cuales sé de la existencia de Maria da Gloria, Manuel y Artur, mi abuelo. También estaban Joaquim y Joaquina, que eran mellizos. Su esposa, mi bisabuela Paulina cuyo nombre no conozco, era de apellidos da Cunha Veloso, por lo que, siguiendo la costumbre portuguesa, Artur anteponía este primer apellido, siendo entonces Artur da Cunha Vieira. Cuenta la leyenda familiar que el padre de Augusto Cândido, el juez, muy joven se enamoró de una lavandera, y con ella se fugó y formó su hogar. No sé si por aquel entonces estos acontecimientos habrán movido a escarnio, lo que sí sé es que los hermanos da Cunha Vieira sufrían la pobreza familiar que los obligaba, muy jóvenes, a emigrar a América en busca de mejores oportunidades. Sólo se quedaban las mujeres, y María da Gloria terminó casándose con Joao Duarte, quien amasó, o ya tenía la masa heredada, de probablemente la mayor fortuna de Barcelos, gracias a la fábrica textil La Barcelense, que aún pertenece a la familia, mis primos lejanos Duarte Sousa Coutinho, sobre quienes hablaré en los últimos capítulos de estas notas. No sé del destino de Joaquina.
Así fue como se embarcó el tío Manuel, viviendo muchos años entre Paraguay, Argentina y Brasil, para luego terminar sus días en una casita de Barcelos, muy cerca de la fábrica de su cuñado. Existía en la casa de mis padres un libro suyo, Recordacoes de Argentina y Paraguay, que confieso nunca leí. Sospecho que sus “recordacoes” son sinceras y crudas, puesto que según me contaba mi primo Gaspar Duarte Sousa Coutinho, él y sus hermanos lo sacaban secretamente de la biblioteca familiar y lo leían en forma clandestina, porque su abuela María da Gloria se los había prohibido. Ella, católica y devota de la Virgen de Fátima, se avergonzaba de los escritos de su hermano, los cuales seguramente no eran más explítos que cualquier novela de Eca de Queiroz.
El tío Joaquim da Cunha Vieira se estableció finalmente en Argentina, casándose con Delfina Méndez, en Santa Fe, y durante algunos años sus descendientes y su viuda fueron parte de los personajes de mi vida cotidiana. Luz Vieira Méndez fue una conocida educadora en Argentina, escribió varios libros sobre la materia, y vivió varios años en Santiago mientras trabajaba para algún organismo internacional. Creo que era soltera. César Vieira Méndez, personaje curioso, después de varias visitas a Chile, se separó de su mujer y se casó con Raquel, quien trabajaba en la farmacia de mi tío Augusto, estableciéndose con una óptica en Casablanca.
Mi abuelo Artur decidió, de común acuerdo con sus padres, a los trece años de edad seguir los pasos de Manuel, y se embarcó hacia Brasil. Fue por el año 1893 en que se hizo hombre, siendo poco más que un niño. Trabajó en cuanto oficio le fue posible, iniciándose como ayudante administrativo en una cauchera, siguiendo luego como siringueiro en lo más profundo del Amazonas. Mi padre conserva libretas de apuntes, en que meticulosamente Artur anotaba su vida. Contaba mi abuelo que también trabajó en una tabacalera, en que parte del proceso de fabricar los cigarros puros consistía en secar las hojas al sol, y el tabaco de mejor calidad y más fuerte era aquel sobre el cual los operarios orinaban. Fue también mozo en un restaurante, cuyo cocinero se caracterizaba por su irritabilidad y mal genio, y si un cliente reclamaba por la carne muy dura, la arrojaba al piso y la ablandaba con sus tacos, para luego recalentarla sobre la sartén y enviarla de vuelta en el mismo plato. Poco a poco fue ahorrando y estudiando, para luego asentarse en Buenos Aires, donde perdió su apellido materno para ser sólo Arturo Vieira. Allí entró a trabajar en la Casa Gath y Chávez, y a principios del siglo XX ya estaba enamorado de Ana María, hija de mi bisabuelo italiano Giuseppe Volpi, calvo como una manzana, de donde me viene la herencia. Feliz y correspondido en su amor, sólo le era permitido visitarla los días jueves y domingo, convenientemente escoltado por alguna tía que las oficiaba de chaperona. No faltaría, en todo caso, la complicidad de alguna sirvienta para amarse en horarios extraordinarios. Entretanto, llegó a ser presidente de la Sociedad Portuguesa de Buenos Aires, amén de masón. De la familia de mi abuela Ana María no tengo más antecedentes, salvo que mi bisabuela era la robusta (cosa notoria por las fotografías) señora Gumercinda Casas. También que eran varias hermanas y un hermano varón, muy menor.
Artur y Ana María formaron la familia Vieira de Chile, estableciéndose en Santiago durante el primer decenio del siglo XX, enviado él a la casa Gath y Chávez, donde llegó a ser gerente general. Allí recuperó su apellido materno, pero esta vez después del paterno, pasando a llamarse Arturo Vieira da Cunha. Gath y Chávez, ubicada en la esquina de Huérfanos con Estado, era por los años 40 la nata de la elegancia santiaguina, donde la gente más refinaba compraba no sólo ropa, sino todo tipo de electrodomésticos y otros adminículos, y allí fue donde le compraron a Godfrey Stevens sus primeros guantes de boxeo. Contaba con un salón de té donde se juntaba “todo Santiago”. Lo que Artur hizo, lo hizo bien, siempre destacó por su honradez, caballerosidad, ilustración. Poeta, colaboraba con diarios de Portugal, tenía publicaciones también en Chile. Masón hasta el grado 33, lo máximo a que podía aspirar un extranjero. Socio fundador del Rotary Club en Chile, gerente de una cooperativa vitivinícola, trabando allí amistad con su hermano de masonería Pedro Aguirre Cerda, a quien convenció durante su presidencia de cambiar el nombre de la calle Maestranza por el de Portugal.
Salió por ahí en la revista Zig Zag un comentario sobre la “familia de las aves”, ya que todos tenían esas iniciales, a saber: Arturo Vieira, Ana María Volpi, y sus hijos Abel, Augusto, Alicia y Armando Vieira. En rigor, no eran aves sino aúves. El último aúve de los nombrados es mi padre. Los demás, por ende, mis tíos paternos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

navegando, navegando llegué a su blog, felicitaciones, compartimos muchos intereses , la fotografía (ojalá en blanco y negro)el fado, el rescate de la historia familiar (solo llego a los bisabuelos) y la medicina que aunque yo no pude estudiar para doc. si lo hicieron mis hijos, uno en 7º y el otro en 2º, estoy pensando en crear un blog, voy a agregar el suyo a mis favoritos, espero mas fotos y sus historias le reitero mis felicitaciones atte Beatriz

Matvi. dijo...

Gracias, Beatriz.
Es una satisfacción saber que alguien me lee (aunque me han dicho que muchos leen, pero no comentan). Avísame cuando tengas tu blog.

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