NADA.Era un pobre diablo que siempre venía
Cerca de un gran pueblo donde yo vivía:
Joven, rubio y flaco, sucio y mal vestido,
Siempre cabizbajo…¡Tal vez un perdido!
Un día de invierno lo encontraron muerto
Dentro de un arroyo próximo a mi huerto
Varios cazadores que con sus lebreles
Cantando marchaban…. Entre sus papeles
No encontraron nada… Los jueces de turno
Hicieron preguntas al guardián nocturno:
Este no sabía nada del extinto:
Ni el vecino Pérez , ni en vecino Pinto.
Una chica dijo que sería un loco
O algún vagabundo que comía poco.
Y un chusco que oía las conversaciones
Se tentó de risa…¡Vaya unos simplones!
Una paletada le echó el panteonero;
Luego ilio un cigarro, se caló el sombrero
Y emprendió la vuelta… Tras la paletada
Nadie dijo nada, nadie dijo nada…
Este poema de Carlos Pezoa Véliz sirvió para que el profesor de Castellano nos diera la tarea de imaginarnos y escribir la historia del protagonista. Esto fue lo que yo escribí:
EL AMNÉSICO
1961, tercer año de humanidades.
(Clase de Castellano, profesor Julio Durán Cerda)
John Smith era un hombre rubio, joven, flaco. Era norteamericano. Era bastante inteligente y simpático, por lo cual pronto se ganó el aprecio de sus jefes en la compañía donde trabajaba. Ascendió, y después de poco tiempo en el trabajo, se vio nombrado gerente de la sucursal de la compañía en Chile.
Vino, y al año de estar en su nuevo trabajo, se casó con una hermosa santiaguina. Su luna de miel la fueron a pasar a Curicó, en una hermosa parcela, de propiedad de los padres de Rosita, su mujer.
Pasaron algunos meses, en los cuales John progresó en su trabajo. Le aumentaron el sueldo, subieron las acciones de la compañía, tenía constante correspondencia con sus padres en Norteamérica y pronto tendría su primer hijo.
Era un hombre feliz. Por lo menos era, hasta aquel día.
Llegó a su hogar cansado, pero contento, aquella fría tarde de invierno.
- Rosita – le dijo a su esposa a tiempo que colgaba su abrigo y su sombrero – tendré que partir mañana temprano al sur, a Curicó. ¿Quisieras acompañarme? Podríamos aprovechar de pasar a ver a tus padres.
Rosita accedió de buena gana. Hacía tiempo que no veía a sus padres.
El próximo día fue lluvioso y triste. John no sabía por qué se encontraba algo nervioso y de mal humor. El día estaba feo, nuboso, gris.
Subieron al auto y tomaron la carretera. Estaba húmeda, resbaladiza. Acortó por un camino poco transitado.
John manejaba distraídamente. Comenzó a tomar una peligrosa curva. Sintió que el automóvil resbalaba y apretó el freno: no funcionaba. Trató de maniobrar con el volante y de pronto se sintió impulsado hacia un costado del camino con gran velocidad. Sintió un fuerte golpe en la nuca y nada más.
Horas después recobró el conocimiento. Si se podría llamar conocimiento, porque su mente estaba en blanco. Miró extrañado a su alrededor, ¿qué hacía en ese auto? A su lado vio una mujer que no conocía. Estaba muerta. Logró salir de la cabina, y respiró aire fresco. El sol ya lucía brillante, y sólo quedaban algunas pocas nubes. El ambiente, sin embargo, estaba húmedo. ¿Qué había ocurrido? ¿Quién era él? Se registró los bolsillos: doscientos pesos, un pañuelo, cigarrillos, varios papeles que nada indicaban, recortes, etc, pero nada más.
Comenzó a andar. ¿Hacia dónde?, no lo sabía. Estaba perdido. Se sentía mal, tenía un dolor insoportable en la nuca.
Estaba cerca de Curicó. Caminó por varios días, alimentándose de lo que pedía en los fundos o casas vecinas a Curicó. Andaba sucio y mal vestido. La gente se acostumbró a él y al poco tiempo todos lo conocían.
Cierto día, lo encontraron muerto en un canal vacío. Interrogaron al guardián nocturno, no sabía nada.
Al día siguiente lo enterraron y tras la paletada, nadie dijo nada.