DON ANGEL CUSTODIO GONZÁLEZ.Tenía unos dieciséis años, cuando el profesor de castellano, el poeta Ángel Custodio González, nos encargó de tarea escribir una Fábula. Me salió esta cebollita picada:
EL PERRO INÚTIL (Fábula)
1962
(Clase de Castellano, profesor Ángel Custodio González)
Érase una vez tres perros: uno era un hermoso perro policial, ganador de varios concursos; otro era un fino perrito faldero, que gozaba de las simpatías de la dueña de casa; por último, un perro salchicha, de dudoso pedigree.
Pues bien, estos perros vivían en una gran casa.
El perro policial cuidaba de la casa en la noche. Tenía su propia casita con todas las comodidades que puede desear un perro: mantas, calefacción y comederos siempre limpios.
El perro faldero dormía dentro de la casa de los amos, como todo perro delicado.
El perro salchicha, sin embargo, era mirado en menos, considerado inútil. Lo mantenían sólo porque lo había regalado un pariente con quien no quería enemistarse. Dormía en un frío subterráneo, sin más abrigo que su piel.
Este perro se sentía siempre triste. No podía siquiera llevarse bien con los otros perros.
Cuando trataba de jugar con el policial, éste lo hacía sufrir de adrede. Cuando corrían, el policial estaba en ventaja por sus largas patas. Sólo le bastaba saltar una pequeña cerca para deshacerse de él.
El perro faldero no tenía más que entrar a la casa para que el perro salchicha fuera arrojado a escobazos.
Cierto día en que los amos habían salido, se encontraban los dos perros privilegiados sobre el techo de la casa, el cual era plano y ofrecía una hermosa vista para la puesta de sol. El perro salchicha, al verlos allí en lo alto, y ver una escalera, comenzó a trepar. Esto le era dificultoso, ya que sus cortas patas le impedían ir muy rápido. Cuando llegó arriba, comenzaba a caer la noche.
- ¿Qué haces aquí? – preguntó el policial mostrando los dientes – Vuélvete pronto o lo pasarás mal.
No teniendo otra alternativa, el perro salchicha se volvió tristemente hacia donde estaba la escalera. ¡Cuál no sería su sorpresa al ver que ésta ya no estaba ahí! Miró hacia abajo y vio a dos hombres que la colocaban en un árbol vecino, y después trataban de forzar la puerta.
Los otros dos perros, advirtiendo que eran ladrones, comenzaron a ladrar hacia abajo. Los dos hombres miraban y reían.
- ¿Qué haremos? – se preguntaban – los amos no nos perdonarán nunca.
Una de las ramas del árbol en el cual estaba la escalera se encontraba cerca del techo. Pero no estaba lo suficientemente cerca como para alcanzarla, ni tenían los dos perros el valor suficiente como para saltar.
- Si sólo tuviésemos un puente – decían.
Mas el perro salchicha, que no había perdido su serenidad, pensó en su largo cuerpo y se armó de valor: él haría de puente.
Puso sus patas traseras sobre la canaleta para lluvias, se estiró y alcanzó la rama.
- Vamos, pasen sobre mí – dijo. Los dos perros, al ver esto, corrieron sobre él y bajaron la escalera.
Cuando habían expulsado a los ladrones a fuerza de mordiscos, se dijeron:
- Debemos volver a agradecer al salchicha.
Al no poderlo encontrar, pensaron que estaba en el tejado.
En efecto, todavía estaba allí, con las patas traseras en la canaleta y con las delanteras en la rama, sin atinar a hacer nada.
De pronto, vencido por el cansancio, sus patas delanteras se zafaron y cayó desde lo alto.
Cuando corrieron los otros dos a socorrerlo, estaba muerto.
MORALEJA: No se debe juzgar inútil a alguien porque lo parece.
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Don Ángel Custodio González era quien nos hacía esas magníficas clases de castellano. No pudo evitar una sonrisa conmiserativa al leer mi texto. Más se rió en cierta oportunidad en que me sorprendió, durante su clase, haciéndole una caricatura en una naranja.
Otra fábula que se me ocurrió ahora, al ver esta foto, podría tener como moraleja: "Perro con dos cabezas piensa más que uno".
(Habría que inventar la historia).
Foto 2007.