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Ha sido duro y nevado, este invierno. De hecho, anoche nevó bastante, y por lo visto, va a continuar. Ha sido duro también el trabajo de los que, entre otras cosas, tenemos el oficio de la sanación. Muchos virus, alta demanda en los servicios de urgencia y en todas partes donde se puede atender enfermos (niños, en mi caso). Valga como disculpa y explicación por mi silencio.
Y bueno, sigo recorriendo recuerdos, álbumes viejos, negativos olvidados encontrados en cajas arrinconadas. Y se me da por extrañar a mi Kodak Brownie, compañera de parte de mi infancia, que me regalara mi padre cuando vivíamos en California.
Si bien la cámara ya no está, dejó unas huellas fantasmales que vuelven y vuelven a escarbar mi memoria. Porque la fotografía tiene eso: el fotógrafo re-vive lo antes vivido, sus circunstancias al momento de apretar el obturador. Me suele suceder, al revisar mis fotos, que recuerde si hacía o no calor, los olores y sabores, el libro que estaba leyendo, con quiénes estaba o a quién extrañaba.
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Avila Beach 1955 |
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Avila Beach 1955 |
Éstas, por ejemplo, las tomé cuando llegó a la playa
un cardumen de sardinas, y la gente se volvió loca con sus cañas y redes en pos del pescado fresco.
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Avila Beach 1955 |
Nosotros fuimos al muelle, y aproveché de pescar y luego posar orgulloso con mi primer pez. Nunca pesqué mucho más que eso, a decir verdad. Mi padre tomo la foto con la Brownie.
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Avila Beach 1966 |
Once años más tarde volví al mismo muelle.
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Yosemite National Park 1955 |
Las de arriba fueron tomadas con la cámara de mi padre. No recuerdo la marca, pero tenía fuelle.
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Un pajarito:
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Santiago 2012 |
Santiago se llenó de cotorras argentinas (Myiopsitta monachus) que cruzaron la cordillera en grandes cantidades, invadiendo las copas de las palmeras, los postes de luz y los entretechos. Me recuerdan la Zona Franca de Punta Arenas el último 25 de Mayo, que cayó viernes.
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Una postal:.
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Sin fecha conocida |
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Um fado feito no Santiago para vocês:
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3 comentarios:
Verte de nuevo es un placer para las emociones amigo. Por aquí el frió parece de juguete, a pesar de todo, la estufa de leña (bien seca) humea unas doce horas a partir de las siete de la tarde.
Las viejas fotografias que uno toma son la inexorable prueba que nos confirma el paso del tiempo. Yo que presumo de vivir sin reloj, cuando miro algun negativo me doy cuenta de las hojas del calendario que ya cayeron.
No es malo. Es así.
Memorable entrada.
Un abrazo
Magnífica entrada para el regreso.
Que lindo ese lugar para pasar la infancia.
Tu papá supo "sembrar".
No te pierdas.
Así es, Jan. Se puede vivir sin reloj, pero no sin calendario.
Trataeré de no perderme, Beatriz. Admiro tu constancia, la que por lo demás todos disfrutamos en tu cada vez más bello blog.
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